
Laura es, ante todo, una apasionada de las buenas historias y una amante de todos los medios que puedan contarlas, ya sea una obra de teatro, un libro, una canción o una película. Gracias a su madre, quien escribía obras de teatro y las representaba con una compañía local, pudo asistir desde muy pequeña al teatro de su ciudad natal, aprendiendo así la relación entre palabras, gestos, música, danza, voces y sonidos. Las palabras, las voces y el sonido se convirtieron así en su principal interés, un interés tan fuerte que influyó en su formación y la llevó a matricularse primero en Mediación Lingüística Intercultural y, después, en Traducción Especializada, que concluyó con una tesis sobre inteligencia artificial aplicada a la traducción audiovisual.
¡Ahora, cedamos la palabra a Laura!
¿Conocéis esos momentos en los que muchas de las decisiones que has tomado siguiendo solo la curiosidad, el entusiasmo y el instinto, sin ningún motivo oculto aparente, de repente parecen perfectamente coherentes contigo misma y con tu vida? Esos son mis momentos favoritos y fue uno de ellos el que me ayudó a decidir cuál sería mi trayectoria formativa. Cuando tenía 11 años le dije a mis padres: «Hay algo que me gustaría hacer de mayor, pero no creo que sea un trabajo de verdad porque sería demasiado bonito: quiero hacer las voces en los videojuegos y en las películas». Me miraron un poco sorprendidos y me explicaron que ese trabajo existía y que se llamaba «doblaje». Estaba radiante de felicidad, acababa de descubrir que existía una profesión que podía combinar muchos de mis intereses, como la interpretación, los idiomas, las películas de animación y la música. En ese momento, estudiar para «hacer las voces» se convirtió en una obsesión y así, después del instituto, me embarqué en esta carrera con el claro objetivo de convertirme en traductora audiovisual.
Mi tesis, Augmented Audiovisual Translation: The Perks and Perils of the Implementation of Artificial Intelligence in Subtitling and Dubbing, trata sobre la aplicación de la inteligencia artificial en la traducción audiovisual y, en concreto, del reconocimiento automático del habla (ASR) para la fase de transcripción y de la síntesis de habla para generar automáticamente voz y deepfakes acústicos y visuales. Ha sido muy enriquecedor conocer estas herramientas, probar su potencial y observar, solo un año después, lo rápido que han evolucionado, por ejemplo, en la verosimilitud de las voces «sintéticas». He tenido que hacer uso de estas tecnologías en un trabajo como freelance y, gracias a esta experiencia, pude corroborar la idea detrás de mi tesis: la llegada de estas increíbles herramientas no debe asustarnos, porque estamos hablando de traducción aumentada en la que la tecnología trabajará junto a los lingüistas, pero sin sustituirlos.
Diría que soy una apasionada de las buenas historias y, por consiguiente, de todos los medios que tenemos para contarlas: el teatro, la música, las artes visuales… Pero también del mundo de los animales y la naturaleza que, a su manera, sabe «contarse» continuamente y, para mí, es la historia más misteriosa y fascinante de todas. Me gustan los retos y los enigmas por resolver y por eso quiero seguir estudiando: el mundo es una fuente inagotable de preguntas a las que estaría bien encontrar respuesta.
Quiero invertir el premio en formación y espero que en el campo de la tecnología del habla. Me gustaría complementar mi formación lingüística con conocimientos informáticos y neurolingüísticos para poder afrontar mejor las revoluciones tecnológicas que nos esperan y quizá, algún día, contribuir en ellas.
Hay un poema en euskera de Joxean Artze, que luego se convirtió en la letra de la canción Txoria Txori de Mikel Laboa, que en su brevedad y sencillez encierra una filosofía con la que me siento muy identificada. Dice así: «Si le hubiera cortado las alas habría sido mío, no se me habría escapado. Pero así, habría dejado de ser pájaro. Y yo… yo lo que amaba era el pájaro». Aunque puede parecer melancólico, yo lo veo como un elogio de la libertad y el valor que se necesitan para aceptar y amar las cosas por lo que son, incluso dejándolas ir cuando es necesario.
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